martes, 28 de octubre de 2008

DE HACIENDAS, ORATORIOS Y ERMITAS: LAS MEDIANÍAS DE LA PALMA DURANTE EL ANTIGUO RÉGIMEN




La inmisericorde condena que, como espada de Damocles, pende sobre las medianías palmeras, convertirá, si no aflora la cordura, en recuerdo y nostalgia la bella y ancestral panorámica de lo que fueron espléndidas haciendas en las zonas de privilegio de la Isla, así concebidas por su clima, su paisaje y sus características edafológicas. El empecinamiento enfermizo en transformar, de manera drástica, para reclamo turístico elementos que por sus magníficas condiciones —¡qué paradoja!— podrían constituir uno de sus principales atractivos, además de la irreversible merma en el escasísimo espacio vital de un territorio sumamente vertical e inhóspito, no augura un futuro, precisamente, halagüeño. Pero ¿a qué insondable razón se debe tanto deterioro medioambiental y tanta mediocridad cultural subyacente que la produce? ¿será acaso la modernidad…el progreso…el signo de los tiempos?.
Tanta sinrazón precisaría de una profunda catarsis purificadora, un renacer de mentalidades e ideologías… al menos, una concienzuda y serena reflexión. Por ello proponemos una sencilla revisión histórica de algunas de las antiguas haciendas que formaron parte de una realidad económica y social de épocas pasadas, por ende, señas de identidad de toda una comarca, ahora malheridas por iniciativa de una administración que parece valorar la prosperidad de un pueblo en función de la superficie cubierta de cemento y alquitrán. Y en ese empeño aportamos este artículo, no como una relación exhaustiva de haciendas y propietarios —tarea que se nos antoja imposible por su amplitud y complejidad— sino como una visión global, aderezada con pinceladas ilustrativas, una recreada estampa, deliberadamente idealizada, de otro tiempo; un paisaje de ensueño, perteneciente a todos, patrimonio de futuras generaciones, del que unos pocos pretenden disponer.

Aunque las haciendas se localizan en casi todos los puntos de la Isla, su concepto se asocia, por lo general, con la zona de la periferia de Santa Cruz de la Palma (Velhoco, Mirca, Las Breñas, Mazo, etc.) —a ella nos referiremos con preferencia— fundamentalmente por dos razones: la primera por su cercanía a la ciudad capital, lo que las convertía en residencia veraniega ideal; en segundo lugar por la propia orografía del terreno —zona de medianías— que las hacía más rentables.
La visión de un panorama idílico desde la atalaya natural de Mirca cautivó al portugués Gaspar Frutuoso que visitó la Palma en el siglo xvi, y éste plasmó en su memoria de viaje: «el barrio de Miraflores (Mirca) se llama así, porque desde el se ven todos los vergeles, jardines y haciendas que hay en Buenavista y Veloco»
[1].
Es elocuente el comentario de Viera y Clavijo en relación a San Pedro de Buenavista: «es de los mejores lugares de La Palma, a donde pasan el verano muchas familias que tienen alli sus haciendas. Cielo despejado, campiña divertida, viñas y árboles frutales; pero agua solamente la que se recoge de las lluvias en aljibes y estanques de madera»
[2]
También es ilustrativa la cita de don José Tovar y Sotelo, en su visita cursada a la Palma en 1718, cuando al referirse a la ermita de San Miguel en Miranda comenta: «En esta hermita solo hay una memª de tres missas rezadas en dias señalados y en el verano se dicen algunas mas por devosn y comodidad de las personas q asisten en las hasiendas de aquel paraje»[3]
El cónsul británico Francis Coleman Mac-Gregor apuntaba en su viaje a la Palma (1831) refiriéndose al lugar de San Pedro de Buenavista: «los señores más distinguidos y ricos, titulares del mayorazgo, poseían sus casas de campo, donde tenían por costumbre pasar parte del verano»[4].
Las haciendas —mayores que las «heredades» o «propiedades»— tenían una estructura general bastante definida: una extensión suficiente de tierra sembrada de viñedos, árboles frutales o cereales aseguraría su rentabilidad económica. Es significativo el ejemplo del sargento mayor don Francisco Ignacio Fierro Monteverde, que tras adquirir una propiedad en San José de Breña Baja, la amplió en años sucesivos con compras de pequeñas extensiones (aproximadamente de una fanegada) de terrenos a varios de sus colindantes, modestos propietarios: Juan Domínguez (1709), Juan Pérez Vázquez (1711), Ignacio Martín (1712), y Francisca de Acosta (1720), entre otros.
En una zona privilegiada se levantaría una suntuosa vivienda principal de alto y bajo, que, en la mayoría de los casos, sólo era utilizada en verano, pues sus propietarios tenían la residencia principal en la ciudad. Esta casa se encontraba próxima al camino, pero guardando la distancia suficiente para garantizar su seguridad e intimidad (aproximadamente a unos 100 metros). A ella se accedía a través de una portada, almenada o sin almenar, que daba tanta solera y notoriedad al lugar como lustre a su propietario, y una estrecha vereda campo a través. En algunas ocasiones las haciendas se encontraban amuralladas, como puede observarse en los restos de antiguas paredes en las proximidades del Monasterio de El Cister en Breña Alta.
También era habitual la presencia de una bodega y un lagar, así como un aljibe (Tanque de madera de recoger agua) y una era, infraestructuras derivadas de una larga tradición dirigida a la producción y venta de cereales y vino.
La cocina era un elemento arquitectónico independiente, y a más distancia se encontraban las gañanías, casas de los medianeros y caballerizas, construcciones de estructura sólida (piedra, tea y teja), o más endeble (pajiza y de madera blanca).
Aún subsisten algunas edificaciones de los siglos xvii y xviii, como la casa «Fierro» de Breña Baja (b.i.c), erigida por el anteriormente nombrado don Francisco Ignacio Fierro Monteverde, que se cita en uno de los lotes de la partición practicada por sus herederos tras su muerte:

«…una Hazda de tierras de Pan Sembrar, viñas, arboles, dos cassas, una q llaman la cassa nueva de alto y bajo con lagar en la bodega, y la otra baja con su cosina y dos tanques de coger agua q esta en el lugar de Breña Baja, la q linda por delante Camino Real que sube y atraviesa a Las Ledas, por detrás asia Sn Joseph una serventia comun que baja de las Haciendas de arriba y divide esta de las contiguas, por abajo Camino Real qe ba a San Joseph y pr arriba Hazda de Dª Theresa Spiser y viña de los herederos de Antonio Gonsales de la Rosa, la cual hacienda compró y agregó a una dho Dn Franco Fierro por diferentes compras, apreciada en 37260 reales…»
[5]

En las cercanías de la Montaña de la Breña se encuentra la casa de dos plantas con oratorio que construyó en el siglo xvii don Nicolás Massieu Van Dalle y Vélez de Ontanilla en su hacienda
[6].


PROPIETARIOS Y JORNALEROS

La propiedad de la tierra en la Palma durante el Antiguo Régimen era privilegio de unos pocos, que acumulaban grandes extensiones para que fuesen rentables y como signo de preeminencia social pues a todo prohombre de su tiempo (nobles, regidores, jueces, escribanos, letrados, presbíteros, artesanos o pilotos de la carrera de Indias, entre otros) le apetecía poseer una finca de recreo —desde la más pura concepción epicúrea— en la periferia de Santa Cruz de La Palma
[7]. Además, eran frecuentes los gravámenes y disposiciones que pesaban sobre la tierra —censos enfitéuticos, capellanías, patronatos, mayorazgos, vínculos, etc.— que dificultaban su libre circulación en el mercado. Pocos campesinos disfrutaban de más de una fanega propia de tierra, pero algunos más afortunados lograban un status económico alto que les permitía la adquisición de algunas suertes, entre los que podría citarse a José Francisco Pestana, que a principios del siglo xviii acumulaba varios terrenos en Buenavista y San Pedro (de pan sembrar, malvasía y vidueño, gañanías, castañeros y pomares de árboles frutales)[8]. En parecida situación se encontraba Alonso García Camillón, de la misma vecindad, que declaraba en su testamento «una propiedad de viña y tierras con casa, lagar y tanque y un jorno de teja y una casa pagisa»[9].
En general, no era fácil que los campesinos lograsen subsistir de la agricultura o la ganadería si no era a sueldo de un propietario solvente. Jornaleros y «amos» recelaban mutuamente. Los primeros por su situación de dependencia, considerando su ímprobo trabajo poco remunerado, los segundos mirando a sus trabajadores como «vagos», que sólo pretendían obtener el máximo provecho con el menor esfuerzo
[10]. Pero lo cierto es que ambas clases sociales se necesitaban mutuamente. Los campesinos para disponer de tierra que no les abocase a la emigración; los señores, a fin de tener mano de obra para las labores propias de las haciendas.
La tierra no era, para los labriegos, solamente su medio de trabajo, sino además, con mucha frecuencia, su lugar de residencia —continua arraigada la vieja figura del medianero—, donde nacían sus hijos, y donde fallecían.
Ejemplo de lo antedicho lo podemos observar en los asientos bautismales de la parroquia de Breña Baja, durante los siglos xvii y xviii en que se menciona la vecindad de los padres en haciendas particulares hasta en un total de 65 inscripciones del periodo 1675-1709, correspondiendo a 30 haciendas citadas
[11]. Los inventarios notariales nos ofrecen una muestra de animales y herramientas de trabajo, como los que se localizan en la hacienda del licenciado Pedro Martínez, clérigo presbítero, en su hacienda de la Breña: «…sinco asadas=una jachita=una suela=una sierra de mano=dos podones=un escoplo=dos rexas para labrar las tierras=una yegua=un jumento=una silla de cabalgar con su freno=dos bueyes…»[12]
Otro presbítero, don Andrés González Jiménez, cura que fue de San Pedro de Breña Alta, gozaba de residencia fija en Buenavista junto al barranco de los Álamos, lugar en el que testó y falleció «en una hazda y cassas de su morada», que era descrita como «una heredad de tierras y arvoles frutales con dos cassas la una alta y sobradada y la otra vaya soallada y una cosina = dos paxeros y un tanque de madera de tea ya viejo»[13]. En una sala alta tenía el difunto su modesta biblioteca, y en una sala baja se inventariaron: tres bueyes, una vaca, dos novillos, un caballo, una potranca, una jumenta con su cría, un jumento y una oveja.


ERMITAS Y ORATORIOS

Durante el siglo xviii se erigieron en algunas haciendas pequeñas ermitas costeadas por los propietarios y vinculadas a un entorno que garantizase su continuidad en el tiempo. En 1705 fue construida la ermita dedicada a San Miguel Arcángel en Miranda (Breña Alta) por voluntad del licenciado don Carlos Doménego Montañés, con licencia otorgada el 16 de febrero de 1702 por don Bernardo de Vicuña y Zuazo, obispo:

«…damos lizencia al referido Lizdo Don Carlos Domenego Montañes para que pueda erigir y labrar y edificar en la dha jurisdiccion de la breña alta y hacienda de malvasia y vidueño la dha Hermita a la advocación del Archangel San Miguel, separada de las cassas que el susodho tiene en dha hacienda y con solo una puerta a la via publica a su propia costa y expensas y edificada y labrada dha Hermita quede y sea perpetuamente para el referido Lizdo Don Carlos Domenego Montañes sus heros y subcessores y descendientes, y tener el util patronazgo de ella como de cosa propia…»
[14]

En 1709 fue bendecida la ermita de San Juan en Belmaco (Villa de Mazo) promovida por el presbítero don Juan Fernández Yanes en una hacienda de viña, malvasía y vidueño de su propiedad, ubicada en el lugar conocido por Belmaco o Lomo Oscuro, siendo vinculada a una capellanía.
En 1723 abrió sus puertas la ermita de San Vicente en Velhoco, construida por iniciativa del propietario de la hacienda, don Francisco Ignacio Fierro y Monteverde, cediéndola al pueblo por su testamento de 1748:

«...q en la Hacienda de Veloco vinculada emos plantado toda la viña de Malvª q oy tiene, cercandola y aparedonandola, reedificando y hecho de nuevo, en la mayor parte la lossa de la vivienda y fabricado desde simientos una Hermita dedicada a nro. Gran Patrono Sn Viçente Ferrer con sacristia y Gabinete y todo lo neceçario para el culto divino../...y pr çeder dha Hermita y obra en beneficio común de aquel Pueblo y genl deboçion de muchos q viçitan al glorioso Sto en ella; emos hecho dictamen y orden q pr esta rason no se le cargue cosa alguna...»
[15].

En 1761 fue abierta al culto la ermita de Nuestra Señora de los Dolores en Lodero, debida a la generosidad del presbítero don Tomás de Aquino Fernández Riberol en una Hacienda de viña, cassas de vivienda, cassas de medianero, Bodega, lagar, tanque, cossina y demas a ella anexo y pertenecte que esta en el lugar de Masso donde dicen Lodero que linda toda ella con caminos reales
[16]. El fundador manifestaba en su testamento[17] haber sido de su cuenta todas las construcciones (viviendas, bodega, lagar, cocina y tanque de recoger agua) de la finca, así como la plantación de viñas y árboles frutales.
También en la Villa de Mazo, en 1788 el presbítero don Domingo Lazcano Yanes y Monteverde erigió una modesta ermita en una hacienda de viña, árboles y tierras de sembradío ubicada en El Mocanal perteneciente a su madre, doña Beatriz Yanes y Monteverde, a la advocación de Santa Rosalía.
Era frecuente que las casas principales dispusiesen de una dependencia como oratorio privado cuyo uso era reservado a la familia de los propietarios, a diferencia de las ermitas, aunque para celebrar en ellos el sacrificio de la misa fuese preceptivo habilitar puerta al camino público, denegándose en caso contrario como sucedió con el de la hacienda del licenciado don Simón de Frías Coello, abogado de la Real Audiencia, en el Zumacal:

«..Abia en este distrito un oratorio Particular en las casas de la hazienda del Licdo Dn Simon de frias y coello, abogado de la real audiencia destas ysla, esta suspenso el uso del por no tener la puerta al camino puco conforme el breve sobre que ay despacho de su Sria Iltma el obpo mi Sr en poder del lizenciado Don melchor Brier y monteverde vicario y Jues de quatro causas desta ysla, por cuia causa no se visito en esta visita. No ai en este distrito mas ermitas ni oratorios…»
[18]

Algunos propietarios subsanaron esta circunstancia, tras el veto inicial, como ocurrió con el oratorio del capitán don Gaspar de Olivares Maldonado en su hacienda:

«…Vicitose un oratorio questa en la hazienda del Cappn Don Gaspar de Olivares Maldonado y se hallo desente y con mucho aseo y todo el Recato necesario para selebrar el santo sacrificio de la misa, fabricose con buleta del Iltmo Sor nuncio de su santidad en los reinos de España, y despacho y lizenzia del ordinario, justificada la calidad de la asistencia a la maior parte del año en dha hazienda, y por no tener puerta al camino Real lo suspendio su Sria Yltma el obpo mi Sor, y despues por comision suya, lo visito el lizdo Don Melchor Briel y Monteverde, vicario y jues de quatro causas de esta Ysla y hallandolo con nueva disposicion de puerta al camino, lo aprovo y se esta usando del, y dura por el tiempo de la vida y de asistencia de la mayor parte del año en la hazienda del dho Don Gaspar de Olivares…»
[19]

El uso de los oratorios era, en muchas ocasiones, limitado en el tiempo, por lo general, durante la vida de los propietarios, clausurándose después. Así, en la visita de don José de Tovar y Sotelo a la Palma (1718), respecto a Breña Alta, manifiesta que había tres oratorios, ya extinguidos y sin uso, uno el de don Juan Ignacio Fierro en su hacienda de Velhoco, en el que sólo decían misa los regulares. El de la hacienda de doña Úrsula de Urtusáustegui, viuda del sargento mayor don Gaspar de Frías, por haberse pasado a vivir a la Isla de Tenerife, y el tercero en la hacienda del capitán don Juan Massieu por haberse rematado y pasado a tercera posesión.
También disfrutaba de oratorio doña Josefa Albertos Martínez, hija de don José Albertos Álvarez: «declaro que la citada hacienda de Breña Baja de los quatro caminos se halla un oratorio que fabrico el sitado mi padre con los ornamentos que binieron de España que me remitio mio tio Dn Lorenzo de la Cruz Garcia que se compone de un calis Patena, Casilla de Floron, Alva con su encaje, Misal y Atril»
[20]

Se puede intuir que en algunos de estos oratorios se celebraron matrimonios, o al menos en casas particulares, como se refleja en algunos asientos inscritos en el libro 2º de casamientos y velaciones de la parroquia de San Pedro Apóstol, entre 1713 y 1730, periodo en el que contraen matrimonio 12 parejas en viviendas de nobles
[21]. Se sabe con certeza que así ocurrió en las nupcias del coronel don Nicolás Massieu, celebradas en Velhoco el 8 de agosto de 1745[22] en un oratorio de la hacienda de don Pedro de Sotomayor Topete, su suegro, estando en general visita el obispo don Juan Francisco Guillén.


HACIENDAS CON NOMBRE PROPIO

Revisando con detenimiento miles de escrituras notariales de diverso contenido podríamos dibujar el esbozo de un complejo y mutante mapa de haciendas, heredades, suertes tierras, propiedades, sitios, cercados, huertas o viñas; además de una incesante relación de propietarios asociados, en una auténtica encrucijada de barrancos, caminos reales, serventías y paredones de piedra cuya visión global requeriría un estudio de mayor extensión y profundidad. Según el lugar y la época pueden proliferan más o menos cultivos, por ejemplo, las haciendas de viña, malvasía y vidueño son generalizadas hasta el siglo xvii, pero según avanza el siglo xviii se encuentran más parcelas de pan sembrar, tierras calmas, pomares, morales, higueras y árboles frutales en Buenavista, Breña Baja y Velhoco, que sustituyen a buena parte de los viñedos otrora dominantes como consecuencia de la pérdida de los mercados del vino. En torno a la Iglesia parroquial de San Pedro Apóstol proliferan cada vez más los cereales, y en las zonas más altas de Los Álamos y el barranco de Juan Mayor, aparecen castañeros. Los documentos de mediados del siglo xix revelan la drástica desaparición de viñas, vidueños, lagares y bodegas, por lo que las haciendas son descritas, por lo general, como tierras de pan sembrar con nopales y aljibes de madera de tea.
Dos de las familias más poderosas de La Palma durante el Antiguo Régimen —Fierro y Massieu— disfrutaban de diversas propiedades muy repartidas entre las medianías. Así Velhoco fue feudo tradicional de la familia Fierro-Monteverde. Don Juan Fierro Monteverde y su esposa doña Tomasa de Espinosa Boot y Valle, instituyen un mayorazgo con facultad real sellada en Madrid el 15 de noviembre de 1671 en el que se incluía: «una propiedad de viñas y Malvaçia y tierras de pan sembrar en el termino de beljoco con cassas lagar y tanque»
[23].También en Velhoco tenía su hacienda el maese de campo don Miguel de Abreu Rege, en la que fabricó una ermita con el título de Nuestra Señora de la Soledad[24], hoy desaparecida.
La zona de Las Nieves, estuvo vinculada a la familia Pinto. En 1644, el capitán don Bartolomé Pinto, mayordomo de la ermita de las Nieves
[25], da a tributo a don Diego de Guisla Vandeval:

«…la viña con sus arboles casas y lagar todo lo demas anexo según y como pertenece a la dha hermita y camino real que ba a el Rio y por arriua con viñas y rriscos de mi el dho capitan Bartolome Pinto y por un lado lo mismo y por el otro lado que mira a el barranco con biña del capn pedro beltran de Santa Cruz…».

En la lomada siguiente hacia el sur se encontraba la Hacienda del Río, que perteneció, mediado el siglo xvii, al capitán Andrés Lorenzo Salgado, apreciada en 49.000 reales:

«…la hazienda del Rio con su casa que sirve de bodega de tea cubierta de texa y casa de mayordomo de la misma calidad, lagar y una cassa en paredes algunas caidas con nuebe toneles de Recoxer mosto nuebos y quatro mas biejos, siete pipas vandadas y un pipote con todas las viñas de malbasia y bidueño, tierra calma, arboleda y tierras montes de dentro y fuera de la cerca y quanto es anejo y pertenesste a dha propiedad y ay en aquella parte que linda todo ello por aRiva la cumbre, por avajo el molino del capn D Andres de Valcarcel y Lugo, por un lado el barranco del Rio y por el otro el barranco que dicen de quintero…»
[26]

Miranda, en Breña Alta, era una zona especialmente apetecida. La hacienda situada en este lugar, frente a la ermita de San Miguel, perteneció en el siglo xvii a Juan del Monte Oliva, rematada el año de 1700 en pública subasta por don Francisco Jerónimo de Guisla y cedida ese mismo día al capitán don Antonio Guillén de Burgos (casado con doña Antonia de Araujo). Durante varias generaciones continuó en la misma familia, pues pasó en partición
[27] a Miguel Spicer (casado con Francisca María Guillén, hija de los anteriores), valorada en 21.598 reales. De Miguel Spicer pasó a su hija Leonor Margarita Spicer (casada con don Juan José Smalley) como dote por su matrimonio[28], y de ésta a su hijo Domingo Smalley[29]. Lo más reseñable de esta propiedad es la caldera de aguardiente que se menciona varias veces entre 1741 y 1785, reflejo de una actividad que tuvo gran auge durante el siglo xviii para la exportación a Indias
En la misma zona, al otro lado del camino real, la hacienda de San Miguel, así llamada por contener una ermita de dicha advocación, constituye un magnífico ejemplo de propiedad que, durante dos siglos, hasta la supresión de los vínculos, pasó en la familia Doménego Manrique de Lara y Echeverría, y con posterioridad en la familia de Mateo Bravo que la adquirió en 1841.
Muchas tierras de Buenavista y Miranda pertenecieron a la familia Castilla. En esta última comarca tenía su hacienda don José Fierro Espinosa Boot y Monteverde (1652-1706), que le cedieron sus tías, doña Beatriz y doña Magdalena de Castilla y Miranda:

«…una propiedad de tierra de pan sembrar, arboles frutales y una latada de viña, con su casa de alto y vajo, y tanque de recoger agua y lo mas anejo y pertenecte a ella q esta en la Breña Alta que dizen Miranda q seran nueve fans poco mas o menos y linda pr arriba camino real, pr avajo hazda de Dn Teobaldo Yrlandes, pr un lado callejón o serventia y pr el otro hazda de Dn Germo de Guisla y de Dn Rafael Smalley…»
[30]

No cabe duda de que las haciendas, en especial en la zona de las Breñas, constituyen todo un referente histórico. De su relevancia son buena muestra las denominaciones populares con las que eran conocidas: tierras de las Vallejas, hacienda de las Timudas, hacienda de Pina, hacienda de las flores, entre otras. Merecen ser destacadas algunas en particular, como la hacienda Massieu Campos Castilla (en Breña Alta) que fue del licenciado Pedro de Campos): «una heredad de biña y tierras con sus casas, lagar y tanque y lo demas a ello anejo y perteneciente en el terno de la breña alta lindando por una parte el baranco de los aduares y por la otra biña de gaspar Rodrigues prieto y por los otros dos el camino que va a la otra vanda»
[31].
La hacienda llamada La Gloria, situada en Buenavista, perteneció en el siglo xvii a don Juan Fierro Monteverde y su esposa doña Tomasa de Espinosa y Valle, e incluía un oratorio en su vivienda principal. En ella se fundó el monasterio de El Cister en 1946 por doña Dolores Van de Walle y Fierro, Marquesa de Guisla-Guiselin.
La hacienda ubicada en el risco de la Concepción fue propiedad en el siglo xvii de los hermanos Matías y Pedro de Escobar Pereira (obispo electo de San Juan de Puerto Rico). En la partición de bienes por muerte del capitán don Francisco Alfaro y Franqui y doña María de las Angustias Poggio y Valcárcel
[32], efectuada en 1796[33], se valora en 28.694 reales y se describe como:

«…una hacienda de tierras de sembrar, con sus cassas, Alpendre pª bestias, aljibe de recoger agua y arboles que esta en el pago de Buenavista contigua a la Hermita de Nra. Sª de la Concepción del risco con quien linda por un lado callejón que ba a dha Hermita, por el otro tierras de Josefa Maria Fierro, por abajo camino real y por arriua el time y aguas bertientes al Galeon de la Caldereta…».

Lindando con esta propiedad, hacia el norte, se encontraba la llamada Hacienda de Yanes, en el Masapés de Breña Alta, que perteneció en el siglo xvii a don José Fierro y Espinosa y doña Ana Teresa Massieu y Vélez
[34].

Pero no todo lo relativo a las haciendas es brillante y plácido pues a veces supone adentrarse en un oscuro mundo de subterfugios, de encarnizados conflictos interfamiliares o intrafamiliares, y de enconados litigios judiciales por obtener o recuperar la posesión, pues no olvidemos que el disfrute de algunos conlleva, indefectiblemente, la codicia de otros que no escatiman esfuerzos ni artimañas por conseguirlas. Así recordamos como desde que, mediado el siglo xvii, don Jacinto Doménech Benítez Valera obtuvo por enfiteusis la hacienda de San Miguel en Miranda, una serie de conflictos concatenados se han sucedido en ella. El primero cuando don Francisco García Briñes obtuvo la finca por embargo judicial del mencionado don Jacinto, siendo recuperada en la misma vía para la familia por su sobrino y heredero, el licenciado don Carlos Doménego Montañés. El segundo, como consecuencia del desacuerdo entre este último y Apolonia Rodríguez, madre natural de Felipa Doménech (hija de don Jacinto Doménech). El tercero, como larga causa judicial interpuesta, mediado el siglo xviii, por don Salvador Doménego Manrique de Lara, contra sus tías, doña Catalina y doña Ana Doménego, hermanas y herederas del nombrado presbítero, don Carlos Doménego Montañés.
En 1856 la hacienda de San Antonio perteneció a don Luis Van de Walle y Llarena, marqués de Guisla. Según parece, el 5 de febrero de 1856, éste cedió la hacienda, que contenía una ermita a la advocación de San Antonio y Nuestra Señora de las Maravillas, como crédito de unas deudas pendientes a don José Abreu Luján. Pero acto seguido el marqués denunció ante el juzgado que la cesión había tenido lugar bajo amenazas y a punta de cuchillo por el prestamista. Tras un largo pleito de sentencias y apelaciones, se resolvió un fallo favorable a don José Abreu Luján
[35]. Esta magnífica hacienda había pertenecido a principios del siglo xvii a don Pedro de Escudero Segura (en ese tiempo con extensión de 32 fanegadas) que fabricó en ella la citada ermita, vendiéndola con posterioridad a su hermana doña Leonor[36]:

«…una heredad de biña que tengo y poseo en el trno de la breña de abaxo que era cantidad de treinta y dos ffanegadas poco mas o menos con toda la tierra calma y sumacal que entre de ella esta con todos los arboles frutales que tiene y quatro casas de tea y texa el una aforrada y soallada y otras casas cubiertas de paja, dos tanques y un lagar…»
[37].

El maese de campo don Ventura de Frías Salazar la adquirió, haciendo diversas mejoras, tanto en la hacienda como en la ermita y con posterioridad fundó un vínculo
[38].


SUPRESIÓN DE VÍNCULOS Y MAYORAZGOS

Con la supresión de los vínculos y mayorazgos, mediado el siglo xix, las haciendas sometidas a este régimen comienzan a experimentar una progresiva fragmentación. Los propietarios, que hasta entonces sólo disfrutaban del usufructo y las rentas de la tierra, ven ahora la posibilidad de enajenarla. Para muchos de ellos —algunos ni siquiera tenían su residencia en la Isla— estas suntuosas heredades, administradas por medianeros y personas de confianza, sólo eran una pesada losa de la que querían desprenderse, obteniendo el mayor rendimiento posible.
Los «indianos» llegados de las colonias de ultramar con abundante caudal eran óptimos compradores, en primera instancia, de extensas superficies. Así, don Ramón de Echeverría y Bueno, propietario de la hacienda y la ermita de San Miguel en Breña Alta, residente en La Gomera, traspasa el 25 de febrero de 1841
[39] su propiedad a Mateo Bravo, emigrante que retorna a su pueblo natal después de haber hecho fortuna en La Habana. Doña Luisa y doña Josefa Fierro Van de Walle, hijas del último poseedor del vínculo, venden la hacienda de San Vicente en Velhoco a Antonio Díaz González[40] que desea avecindarse en aquella comarca tras su llegada de Artemisa.
Sebastián Álvarez Rodríguez, a su regreso de «La Perla del Caribe», adquirió diversas propiedades en Breña Alta, entre ellas, una hacienda en Buenavista de Abajo, valorada en 30.360 reales, donde se estableció: «…Una hacienda de tierra pan sembrar, arboles, nopales, con casas y aljibe…»
[41].


NOTAS

[1] Frutuoso, Gaspar. Las Islas Canarias (de “Saudades da Terra”). La Laguna: Instituto de Estudios Canarios, 1964, pág. 122.
[2] Viera y Clavijo, José de. Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, Goya Ediciones, tomo 1, pág. 403.
[3] Archivo Histórico Diocesano de Las Palmas. Visita del Doctor don José Tovar y Sotelo a La Palma, 1718, fol. 75.
[4] Petisco Martínez, Sonia; Poggio Capote, Manuel. «Año 1831: el cónsul británico Francis Coleman Mac-Gregor explora La Palma». En Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Nº 1 (2005), pág. 511.
[5] A[rchivo] G[eneral] de la P[alma] /P[rotocolos] N[otariales] / P[rotocolos] N[otariales], Bernardo José Romero, 1779, fol. 450.
[6] Fernández García, Alberto-José. «Historia de Breña Baja. Las casonas». En Diario de Avisos, 20 de enero de 1975.
[7] El escocés George Glas, en su obra de 1764, escribía: «la gente distinguida toma el aire montando a caballo».
[8] Además de declarar en su testamento una esclava negra de nombra Clara, había dejado 1000 reales para la procesión del Santo Entierro en San Pedro, y 500 reales para ayuda de dorar el retablo mayor de dicha iglesia (AGP / PN, Andrés de Huerta Perdomo, 23 de septiembre de 1730)
[9] AGP / PN, Antonio Vázquez, 13 de noviembre de 1742.
[10] Rodríguez Benítez, Pedro José. Hambre de tierras. Atraso agrario y pobreza en La Palma; una crisis de larga duración. Santa Cruz de Tenerife: Editorial Idea, 2004.
[11] Lorenzo Tena, Antonio. «La población de Breña Baja (1637-1761)». En Revista de Historia Canaria, nº 184 (2002), págs. 217-239.
[12] AGP / PN, Andrés de Chávez, 18 de octubre de 1645.
[13] AGP / PN, Pedro de Mendoza Alvarado, 26 de septiembre de 1687.
[14] A[rchivo] P[arroquial de San Pedro Apóstol de San Pedro de] B[reña] A[lta]. Libro de Testamentos, protocolos, mandas pías. Año 1625. Protocolo núm. 34, fol. 79 vto.
[15] Protocolizado ante el escribano Andrés de Huerta Perdomo el 3 de noviembre de 1748.
[16] AGP/ PN, Francisco Mariano López Abreu, 17 de junio de 1782.
[17] AGP / PN, Miguel José Acosta, 31 de octubre de 1765.
[18] Archivo Parroquial de San José de Breña Baja. Comenzado en 1680, fol. 9 vto.
[19] Archivo Parroquial de San Blas de Mazo. Libro de visitas comenzado en 1680, fol. 10.
[20] AGP / PN, José Manuel Salazar, 9 de marzo de 1820.Testamento de doña Josefa Albertos Martínez, soltera, hija de don José Albertos Álvarez y doña María Jerónima Martínez García.
[21] APBA. Libro 2º de matrimonios, fols. 41 vto. al 70 vto.
[22] Archivo Parroquial de El Salvador. Libro 6º de matrimonios, fol. 36 «…el Yltmo Señor Dn Juan Franco Guillen obpo destas Yslas quien hallandose en Santa Genl Visita de esta Ysla de la Palma y en el Santuario de Nra. Sra de las Nieves, passo al lugar de Breña alta a terminar su Santa Visita y con este motivo passo por el pago de Belhoco y auiendo ynstado al passo diferentes personas a su Yltma pª q les visitasse personalmte el oratorio, que en dho parage tiene en su casa Dn Pedro de Sotomayor, condescendio dho Sr Yltmo visitando dho oratorio y en el a ruego de los ynteresados y (estando en dha casa para celebrar el matrimo) Su Yltma desposo por palabras legitimas a Dn Nicolas Massieu Salgado hijo legmo del Coronel y Govor de las armas desta Ysla Dn Nicolas Massieu y Montevde y de Dª Antonia de Campos y Montevde Coniuges, y a Dª Clara de Sotomayor hija legma de Dn Pedro de Sotomor topete y de Dª Catalina de Sotomor topete. ..»
[23] AGP. / PN, Pedro Dávila Marroqui, 1 de junio de 1680.
[24] AGP / PN, Pedro de Mendoza Alvarado, 30 de julio de 1694.
[25] En su testamento «declaro que a tiempo de dosse o trese años que yo soy mayordomo de la hermita de nra. Señora de las niebes donde al presente estoy y que yo he hecho la cassa de ospederia alto y bajo de ella y vestido la sacristia y hecho los reparos nessesarios» (AGP / PN, Andrés de Chávez, protocolizado el 2 de noviembre de 1660).
[26] AGP / PN, Juan Alarcón, 1 de agosto de 1672.
[27] AGP / PN, Andrés de Huerta Perdomo, 5 de febrero de 1744.
[28] AGP / PN, José Albertos Álvarez, 25 de julio de 1743.
[29] AGP / PN, Francisco Mariano López Abreu, 6 de abril de 1785.
[30] AGP / PN, Pedro de Escobar y Vázquez, 28 de junio de 1796.
[31] AGP / PN. En el inventario tras su muerte (Andrés de Chávez, 17 de enero de 1640).
[32] Su hijo don Felipe Alfaro, declara en su testamento otorgado ante Felipe Rodríguez de León de 11 de diciembre de 1821, declara que la casa dispone de oratorio.
[33] Protocolizada ante José Manuel Salazar, 19 de junio de 1825.
[34] Pérez García, Jaime. «La llamada Hacienda de Yanes en el Masapés de Breña Alta». En Diario de Avisos, 12 de junio de 2007.
[35] Pérez García, Jaime. Casas y familias de una ciudad histórica. Santa Cruz de La Palma, 1995. pág. 182.
[36] AGP / PN, Pedro de Escobar y Fleitas, 29 de mayo de 1626.
[37] AGP / PN, Domingo Pérez, 31 de julio de 1638.
[38] AGP / PN, Juana Alarcón, 25 de junio de 1653.
[39] Archivo Histórico Provincial de Tenerife. Protocolo de Manuel de Castillo, 25 de febrero de 1841.
[40] AGP / PN, Cristóbal García Carrillo, 3 de febrero de 1890.
[41] AGP / PN, Antonio López Monteverde, 7 de noviembre de 1864.

1 comentario:

Eduardo Fierro dijo...

Interesantísimo blog histórico. Felicidades, sobre todo, por facilitar la difusión de estos conocimientos históricos.

Un saludo y muchas gracias por la información.

Eduardo Fierro